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La familia judicial ampliada

El Juicio político a los integrantes de la Corte Suprema plantea un escenario inédito. La complejidad de los intereses en juego y la agresividad del sector mafioso enquistado en el poder judicial, supera largamente el panorama del 2003 ante la histórica decisión de Néstor Kirchner. Para aproximarse a esa complejidad es necesario penetrar, aunque sea con la brevedad de estas reflexiones, en el intrincado mundillo de los estrados. En él, juezas y jueces deciden cada día la libertad, el patrimonio y la vida de cada uno de nosotros. Sus mecanismos de pensamiento, su pertenencia social, sus placeres y disgustos han sido desde siempre preocupación de investigadores y autores literarios.

Sobre el tema, la mejor y más profunda descripción del contexto tribunalicio universal y de las miserias de sus habitantes, fue la que hizo Franz Kafka. El simple ejercicio de leer su obra “El Proceso” pero borrando el nombre de su autor y el de las ciudades y personajes, implica una experiencia única. Es la de comprobar por ejemplo que la descripción de los pasillos judiciales de la Praga de 1910 resulta idéntica a la del Palacio de Justicia de Talcahuano y Uruguay en Buenos Aires o la del templo judicial de Lima, Perú. Y en ese ir y venir de imágenes producidas por el relato del genial autor Checo, asociadas a nuestras propias memorias y vivencias, podemos descubrir el verdadero origen de semejantes similitudes: el Poder. Ese poder tan inconmensurable como complejo que revisten los habitantes del universo judicial y que incluyen hasta artistas como el “pintor de los jueces” en la obra de Kafka. Recordemos que al Sr. K, acusado de delitos que nunca conoció y desesperado por tener alguna información, le recomiendan recurrir a quien se dedica a “retratar a los jueces”. Tal vez él lo ayudará a saber de qué lo acusan y porqué.

Hoy, en nuestras tierras, cien años después de Kafka, comprender la estructura y verdadera dimensión del grupo humano conocido como “familia judicial” es indispensable para un entendimiento cabal de la etapa de retroceso en materia de Derechos Humanos que atraviesa nuestro país.

En ese sentido, la autora que mejor lo describe en el ámbito local es María José Sarrabayrouse Oliveira. Con prolija eficiencia la abogada señala que “Ninguna dictadura militar creó un nuevo aparato de justicia, sino que el terrorismo de Estado se montó sobre una estructura preexistente y la maximizó en función de sus propios intereses.”. Así, en una imperdible obra sobre el tema, titulada “Usted también doctor?”, compilada por Juan Pablo Bohoslavsky, desarrolla sin concesiones la complicidad de jueces, fiscales y abogados durante la dictadura. Un detalle mayor en la definición es que la autora trasciende en ella el concepto tradicional de familia consanguínea. En una descripción ampliada, define a sus integrantes como pertenecientes a “ciertos clanes o grupos de interés (e ideológicos) que conforman una malla de relaciones tejida a partir de lazos de amistad, camaradería, compañerismo, vecindad”. Se pregunta Oliveira de dónde surgen los componentes de esa familia. Interrogante visceral para quien de verdad se anime a adentrarse en ese hasta ahora inexpugnable submundo. No tarda en responder: “colegios, clubes, barrios, lugares de veraneo”, y agrega: “Por un lado existen estos espacios, que hacen al mundo privado, pero también otros que dan cuenta del espacio púbico y profesional: las Universidades, los estudios jurídicos, las asociaciones profesionales. La importancia de estos ámbitos es que es en ellos donde se reclutará a quienes podrán conformar la “familia judicial” y que funcionarán, también, como fusionadores de las relaciones que se tejan”.

La descripción de la autora, sumada a la relectura de la obra de Kafka, nos esclarece muchos de los interrogantes que nos solemos hacer quienes buscamos explicación a los padecimientos actuales. Así, vienen a la mente nombres como Cardenal Newman, Liverpool, Los Abrojos, Punta del Este, Lago Escondido. Es como si la Dra. Sarabayrrouse Oliveira hubiera tenido en el libro publicado en 2015, la premonición de la actividad criminal de Mauricio Macri y su banda delictiva. Pero no es así. Se trata en realidad de la permanencia a través del tiempo de los mismos factores que impulsaron por ejemplo a Horacio Rodríguez Larreta el 10 de septiembre de 1930 a dictaminar que la Corte Suprema debía convalidar el primer golpe de Estado del siglo XX.

Es que, cambiaron los métodos, pero no las motivaciones e intereses. Los tanques de Uriburu, los aviones de la “Libertadora” y los Falcon verdes, fueron reemplazados por las tapas de los diarios hegemónicos y las prédicas en sus canales de televisión ante la impotencia de un gobierno formal que aún no logró frenar el peligroso avance de esas nuevas formas de disciplinamiento.

La actual familia judicial ampliada abraza a esos medios que fomentan el odio de clase como estrategia de comunicación, persiguiendo, demonizando y proscribiendo. La cabeza de esa familia es la Corte Suprema hoy en el banquillo. La que al igual que la de la Tenia (lombriz solitaria) se adhiere al intestino de nuestro cuerpo social y en similar invasión parasitaria, se nutre del trabajo y la energía de los sectores más vulnerables.

La Cámara de Diputados de la Nación dio un paso histórico para expulsar a los magistrados corruptos. Lograrlo dependerá del apoyo masivo de quienes eligieron a esos legisladores que los representan y al imprescindible aporte de juezas y jueces decentes que puedan superar la opresión de los canallas. 

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